A mi nostalgia.

Desde enero traigo conmigo las ganas de escribir, hoy el último día de febrero y con una hoja doblada dentro de la libreta pienso que tal vez sea el día.
Me abraza la nostalgia, la siento cálida dentro del pecho como si me hubiera acompañado siempre, como si no fuera ajena a mí; puedo culpar a Lucia Berlin, porque hoy terminé de leerla y es como si hubiera despedido a una amiga que ya no veré, o a Adri por recomendarla.
De alguna u otra forma llegó la nostalgia mientras viajaba en un vagón de metro y creció mientras esperaba entre la multitud.
El día fue cálido como mi nostalgia; ahora se esperan lluvias.
Ahora quiero una taza de chocolate caliente que acompañe este hueco en el pecho, para que prolongue un rato más su abrigo.
Esta es una nostalgia bajo los rayos del sol en medio de una carretera o recostada en la sombra de un árbol mientras cae la tarde. Me atrevo a decir que es una nostalgia feliz, si eso es posible. Imagino así el inicio del otoño. Dulce y melancólico.
No lo conozco pero lo dibujo;  así como hoy abrazo mi nostalgia.