¿Quién presagia la tristeza?

"Las golondrinas revolotean cuando va a venir la lluvia". Alguna vez le escuché decir a mi madre.
Desde entonces llevan en sus alas ese presagio, anuncian su llegada.
Las he visto revolotear en mañanas de sol y he visto llover en sus tardes.
Pero quién anuncia cuando va a llover aquí, adentro.
No tengo presagios para la tristeza,
No  revolotean las golondrinas cuando aquí se están formando nudos
que más tarde y, sin aviso, desembocaran en el lagrimal.
Me cuesta distinguir entre tristeza, hambre o sueño.
Me gustaría tener golondrinas que anunciaran la tristeza, y así como en los días lluviosos,
me prepararía para evitar ser empapada, emparamada, agripada. Aunque al final no lo logre.
Me prepararía para la tristeza, para recibirla, escucharla, contemplarla y dejarla ir. Para evitarla, huir, esconderme, escapar. Todo dependiendo de la intensidad con que las nubes  la presagien.
Pero no, la tristeza sólo llega, baña todo y se va.
Es un aguacero inesperado.
Es el cambio de clima radical.
Es espontanea.
Es esa amiga que siempre llega sin avisar.



Y sólo para que quede constancia no estoy triste, o al menos no me he dado cuenta.

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