El bibliotecario que odió los libros
Existió, en un momento de la vida, un instante bastante largo, un
bibliotecario que odió los libros. Se pareció a todas aquellas personas que de
un momento a otro odian algo, a él le pasó; de un momento a otro odió los
libros.
Se cansó de estar rodeado de ellos, de que
lo transportaran a mundos desconocidos, aborreció la palabra "libro",
era una tortura escucharla y sufrió cada día en la biblioteca.
Los veía regodearse con sus palabras
página tras página, odiaba a sus narradores siempre dándoselas de
"sabelotodo", detestaba sus oraciones con formas perfectas, aborrecía
los prólogos interminables; estaba cansado de las novelas, las de amor, las
policíacas y ni hablar de las de misterio, estaba harto de los cuentos, sus
introducciones, nudos y desenlaces; no quería más finales felices ni finales en
general. No quería saber sobre ensayos ni poemas, estaba cansado de los libros
pesimistas y de sus autores, de los personajes comprendidos e incomprendidos. Era
definitivo, no quería saber nada acerca de libros.
Había leído cada uno de los libros en su biblioteca, los conocía
bien, y ellos lo conocían aún mejor; era eso tal vez lo que aborrecía más. Los
libros lo habían leído las mismas veces que él a ellos, en sus páginas él
también estaba escrito, escondido tras cada palabra; no tenía que pretender ser
entre sus páginas; no tenía ya nada que ocultarles, mientras ellos todavía tenían nuevas cosas que revelar.
Los odiaba por eso, los odiaba porque sí y por qué no odiarlos...
Jugó entre los pasos del odio al amor, cayó en ese juego, en el devenir de odiar y amar a la vez, odiaba lo que amaba y amaba lo que odiaba. Después de un par de palabras y de muchas páginas, se dejó reconquistar, y aún perdura el instante en que los odia eternamente y los ama hasta el fin.
Necesario es dejarse conocer y luego dejarse olvidar. Es asi como algún dia o en algún momento se volverá al comienzo.
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