Cosas

-Hay cosas de cosas y definitivamente cosas que nunca entenderé-  se decía mientras empacaba la maleta. - ¡Pero qué cosas son estas cosas! Ya no se puede andar tranquilo ni en la propia casa.- Y tenía razón, las cosas se estaban adueñando del  planeta, se reproducían peor que conejos chinos, existiendo así todo tipo de cosas, grandes y pequeñas; de todas las nacionalidades,( aunque si hablamos de las francesas muy pocos las entendían, algunos pensarían que eran las más vanidosas); de todos los colores imaginables e inimaginables; tasas, lapiceros, chucherías, de plástico, reciclables y otras no biodegradables,  había hasta de la más alta y fina porcelana, cosas simples y otras complejas, también estaban las cosas pérdidas… En fin, eran cosas y también estaban con él en su casa; en las repisas, los cajones, suelo, sillas, mesas, bolsillos; en todas partes todas las cosas. Eran tantas que ya no sabía para qué servían ni cuál de todas empacar, tenía el afilador de cuchillos y el afilador del afilador de cuchillos, limpia vidrios y limpia pestañas, bolsillos portátiles, pegante para botones,  suelas y cordones, tenía cosas de cosas.

Después de meditarlo un rato, tiró su maleta y decidió salir sin cosas, al final de cuentas estaba cansado de ellas. Cogió las llaves (después de una larga búsqueda) y salió dejando sus cosas atrás, pero no le sirvió mucho, mientras bajaba las escaleras chocó, tropezó, pisó, pateó las cosas de sus vecinos. Así que no sólo lo perseguían sus cosas sino que también estaban las de los demás.

Cuando finalmente salió del edificio, cuando finalmente pensó que se había librado de tanta cosa, ¡Vaya sorpresa que se llevó! Todo estaba lleno de ellas y él parecía ser el único consciente de eso, todos caminaban con las cosas y a nadie parecía molestarle.  -¡Cómo pueden andar tan frescos con tanta cosa!- se decía mientras quería salir corriendo, no lo hacía porque era peligroso con tanta cosa suelta y también porque no sabía en qué dirección hacerlo.

Se detuvo, detalló la escena y fue en ese momento que encontró (entre tantas cosas) una mirada perdida, sabía que significaba porque ya había visto esa mirada en su rostro mientras una cosa brillante pasó. La mirada pertenecía a una señorita, que como él, quería escapar de las cosas, ambos, sin dudarlo, se acercaron, a pesar de las cosas, y después de pisar chocar y tropezar con ellas, llegaron a la mitad de la calle, no hubo necesidad de palabras, descubrieron que juntos podrían escapar sin tanta cosa. El horizonte aunque lejano, lucía limpio y es ahí hacia donde se dirigirían.

El sacó las llaves de su bolsillo y las tiró, estaba dispuesto a abandonar sus cosas, ella dejó su bolso junto a las llaves y simplemente caminaron entre cosas y gente (que no eran muy distintos). Fue un camino acompañado de cosas como silencios, risas y palabras, el tipo de cosas que no disgustaban, mientras más caminaban menos cosas molestas había, es una cosa extraña de las cosas y es que no les gustan los horizontes, así que iban por buen camino.

-¡Por fin!- gritó cuando llegaron y tomándola de la mano bailó con ella, cosa que ninguno de los dos había hecho pero que alguna vez vieron hacer a una cosa.

Después de largos pasos de baile, se sentaron y concluyeron que a pesar de que el mundo estaba lleno de cosas insoportables y vacías, estaban ahí y se tenían el uno al otro y esa era la única que cosa que ahora importaba.

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